Edward Hopper
Nacido en Nyack, una pequeña ciudad a orillas del río Hudson en una familia culta y burguesa, Hopper entra en 1900 en la New York School of Art. En ese instituto coincidirá con otros futuros protagonistas del arte americano de principios de los años 1950: Guy Pène du Bois, Rockwell Kent, Eugene Speicher y George Bellows.
Sin embargo los contactos que resultarán fundamentales para su formación y para su desarrollo como pintor serán tres de los profesores de la escuela: William Merrit Chase, que le animó a estudiar y a copiar lo que veía en los museos; Kenneth H. Miller, que le educó en el gusto por una pintura nítida y limpia, organizada en una composición espacial ordenada; Robert Henri, que contribuyó a liberar el arte de la época del peso de las normas académicas, ofreciendo de ese modo un ejemplo activo al joven Hopper.
Tras conseguir su título, Hopper obtuvo su primer trabajo como ilustrador publicitario en la C. Phillips & Company.
En 1906 viaja a Europa por primera vez, visitando París, en donde experimentará con un lenguaje formal cercano al de los impresionistas, y siguiendo viaje en 1907 a Londres, Berlín y Bruselas.
El estilo personal e inconfundible de Hopper, formado por elecciones expresivas precisas, emerge y se forma en 1909, cuando decide regresar a París durante seis meses, pintando en Saint-Gemain y Fontainebleau.
Su pintura se caracteriza por un peculiar y rebuscado juego entre las luces y las sombras, por la descripción de los interiores, que aprende con Degas y que perfecciona en su tercer y último viaje al extranjero, a París y a España, en 1910 y por el tema central de la soledad.
Mientras en Europa se consolidaban el fauvismo, el cubismo y el arte abstracto, Hopper se siente más atraído por Manet, Pissarro, Monet, Sisley, Courbet, Daumier, Toulouse-Lautrec y por un pintor español anterior a todos los anteriores: Goya.
De regreso definitivo a los Estados Unidos, de donde ya no saldrá, Hopper abandona las nostalgias europeas que le habían influido hasta entonces y empieza a elaborar temas unidos a la vida cotidiana norteamericana, modelando su estilo a la vida cotidiana. Entre los temas que aborda hay sobre todo representaciones de imágenes urbanas de Nueva York y de los acantilados y playas de la cercana Nueva Inglaterra.
En 1918 se convierte en uno de los primeros integrantes del Whitney Studio Club, el centro para los artistas independientes de la época más dinámico.
Entre 1915 y 1923 abandona temporalmente la pintura, dedicándose a nuevas formas expresivas como el grabado, usando la punta seca y el aguafuerte, con los que obtendrá numerosos premios y reconocimientos, incluso alguno de la prestigiosa National Academy.
El éxito conseguido con una exposición de acuarelas (1923) y otra de lienzos (1924) hacen de Hopper el autor de referencia de los realistas que pintaban escenas americanas.
Su evocadora vocación artística evoluciona hacia un fuerte realismo, que resulta ser la síntesis de la visión figurativa unida al sentimiento poético que Hopper percibe en sus objetos.
Imágenes urbanas o rurales, inmersas en el silencio, en un espacio real y metafísico a la vez, que comunica al espectador un sentimiento de alejamiento del tema y del ambiente en el que está inmerso bastante fuerte. Hopper consigue esto por medio de una esmerada composición geométrica del lienzo, por un sofisticado juego de luces, frías, cortantes e intencionadamente "artificiales", y por una extraordinaria síntesis de los detalles. La escena aparece casi siempre desierta; en sus cuadros casi nunca encontramos más de una figura humana, y cuando hay más de uno lo que destaca es la alienación de los temas y la imposibilidad de comunicación resultante, que agudiza la soledad. Un ejemplo de este tipo de obras es Nighthawks.
En 1933 el Museo de Arte Moderno de Nueva York le consagró la primera retrospectiva, y el Whitney Museum la segunda, en 1950.
Hopper muere el 15 de mayo de 1967 en su estudio neoyorquino, cerca de Washington Square.
Sin embargo los contactos que resultarán fundamentales para su formación y para su desarrollo como pintor serán tres de los profesores de la escuela: William Merrit Chase, que le animó a estudiar y a copiar lo que veía en los museos; Kenneth H. Miller, que le educó en el gusto por una pintura nítida y limpia, organizada en una composición espacial ordenada; Robert Henri, que contribuyó a liberar el arte de la época del peso de las normas académicas, ofreciendo de ese modo un ejemplo activo al joven Hopper.
Tras conseguir su título, Hopper obtuvo su primer trabajo como ilustrador publicitario en la C. Phillips & Company.
En 1906 viaja a Europa por primera vez, visitando París, en donde experimentará con un lenguaje formal cercano al de los impresionistas, y siguiendo viaje en 1907 a Londres, Berlín y Bruselas.
El estilo personal e inconfundible de Hopper, formado por elecciones expresivas precisas, emerge y se forma en 1909, cuando decide regresar a París durante seis meses, pintando en Saint-Gemain y Fontainebleau.
Su pintura se caracteriza por un peculiar y rebuscado juego entre las luces y las sombras, por la descripción de los interiores, que aprende con Degas y que perfecciona en su tercer y último viaje al extranjero, a París y a España, en 1910 y por el tema central de la soledad.
Mientras en Europa se consolidaban el fauvismo, el cubismo y el arte abstracto, Hopper se siente más atraído por Manet, Pissarro, Monet, Sisley, Courbet, Daumier, Toulouse-Lautrec y por un pintor español anterior a todos los anteriores: Goya.
De regreso definitivo a los Estados Unidos, de donde ya no saldrá, Hopper abandona las nostalgias europeas que le habían influido hasta entonces y empieza a elaborar temas unidos a la vida cotidiana norteamericana, modelando su estilo a la vida cotidiana. Entre los temas que aborda hay sobre todo representaciones de imágenes urbanas de Nueva York y de los acantilados y playas de la cercana Nueva Inglaterra.
En 1918 se convierte en uno de los primeros integrantes del Whitney Studio Club, el centro para los artistas independientes de la época más dinámico.
Entre 1915 y 1923 abandona temporalmente la pintura, dedicándose a nuevas formas expresivas como el grabado, usando la punta seca y el aguafuerte, con los que obtendrá numerosos premios y reconocimientos, incluso alguno de la prestigiosa National Academy.
El éxito conseguido con una exposición de acuarelas (1923) y otra de lienzos (1924) hacen de Hopper el autor de referencia de los realistas que pintaban escenas americanas.
Su evocadora vocación artística evoluciona hacia un fuerte realismo, que resulta ser la síntesis de la visión figurativa unida al sentimiento poético que Hopper percibe en sus objetos.
Imágenes urbanas o rurales, inmersas en el silencio, en un espacio real y metafísico a la vez, que comunica al espectador un sentimiento de alejamiento del tema y del ambiente en el que está inmerso bastante fuerte. Hopper consigue esto por medio de una esmerada composición geométrica del lienzo, por un sofisticado juego de luces, frías, cortantes e intencionadamente "artificiales", y por una extraordinaria síntesis de los detalles. La escena aparece casi siempre desierta; en sus cuadros casi nunca encontramos más de una figura humana, y cuando hay más de uno lo que destaca es la alienación de los temas y la imposibilidad de comunicación resultante, que agudiza la soledad. Un ejemplo de este tipo de obras es Nighthawks.
En 1933 el Museo de Arte Moderno de Nueva York le consagró la primera retrospectiva, y el Whitney Museum la segunda, en 1950.
Hopper muere el 15 de mayo de 1967 en su estudio neoyorquino, cerca de Washington Square.
1 comentario:
Merece comentario sobre el articulo que se publico hoy en www la tercera sobre el enigma del pintor norteamericano Edward Hopper. Me llama mucha atención sobre las pinturas de Hopper. Siempre dan impresiones más bien solitarios en los lugares. Tiene un don especial de transmitir en sus cuadros, más bien pensantes.
Da algo que pensar,se pregunta porque sigo ahi, se cuestiona a si misma/o...
Carmen Gloria
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